A las 19.00 horas comenzó el Real Madrid-Mallorca el pasado domingo en el Estadio Santiago Bernabéu. Aproximadamente unos 10 minutos antes comenzaron a presenciar los telespectadores las primeras imágenes del choque. Ya fuera desde el salón de su casa o el bar de la esquina, todos ellos vieron el partido. Disfrutaron de los goles. Visualizaron la repetición de las jugadas más polémicas. Comprobaron la cara de los jugadores vía primeros planos... pero no vivieron el encuentro.
- A un Casillas sin parar de correr y calentar pra no quedarse frio durante todo el partido.
- A un Pellegrini tranquilo que apenas se levantó del banquillo en la primera parte.
- A un Guti afable y sonriente mientras esperaba el cambio charlando con el cuarto árbitro...
Tampoco escucharon los gritos de algunos impresentables que no supieron respetar el minuto de silencio por la selección de Togo. No oyeron las advertencias del speaker dirigidas a los "señores espectadores" al pisar las resbalizadas escaleras del estadio. No se percataron de los abucheos en contra de Diego López Garrido -Secretario de Estado para la UE- cuando realizó el saque de honor. Tampoco distinguieron una emulación de pitido final por parte de algún aficionado antes de que lo hiciera el árbitro. Ni los cláiscos cánticos dirigidos al emblemático Juanito en el minuto 7 de partido.
Esto en cuanto a lo vivido en el estadio. Al tiempo de retransmisión televisiva. Pero, dando una vuelta de tuerca más... Tampoco vieron a un Benzema cabizbajo que apareció sigiloso en la zona mixta y se marchó como un fantasma de la misma. No distinguieron entre los micrófonos y objetivos a un Cristiano sonriente y tranquilo pasando por delante de los periodistas. No vieron a un Kaká encantado de haber vuelto al terreno de juego con la ilusión de un niño en el rostro. No escucharon a un Gago distante y tal vez, con cara de pocos amigos. No conocieron el lado más bromista de Higuaín -charlando con un periodista colombiano con su Iphone en mano-, o la naturalidad de Casillas -allá donde esté-.
Todo esto. Todo lo que no se ve a través del objetivo de una cámara es nuestro trabajo. Somos las gafas de los espectadores. Los ojos de la gente. Los que hemos de contar la realidad a la par que interpretarla. Esta es la grandeza de nuestra profesión. Ser los intermediarios de las pequeñas grandes cosas. Ya sea desde el Bernabéu, un campo de tercera o las Olimpiadas de Londres 2012. Somos necesarios y por eso, debemos creer en lo que hacemos.
que grande mateo entrevistando al pipita jejeje
ResponderEliminary el texto más grande aún, qué envidia lo bien que escribes tierra jejej
jajjajajja anda no digas tonterías. Mateo es muy grande. Pero para buen escritor y periodista bien documentada ahí está el Señor Carlos Oleagoita!!
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