Los grandes genios siempre han sido un tanto extraños. Comparten esta virtud o defecto, depende del cristal con el que lo miremos, magos como Van Gogh, Goya, Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Michael Jackson o Gutiérrez. Son personajes que saben de antemano que hagan lo que hagan darán que hablar. No importa que se corten una oreja, que con sus pinceles sean capaces de retratar la parte más cruda de un enfrentamiento entre hermanos o que inventen pasos de bailes imposibles para luego dejarse caer en el olvido más triste. Por fortuna, nuestro genio de hoy no ha dado este último paso aunque a veces asuste con sus pequeñas rabietas.
Guti pudo lucirse con un gol que callase a sus críticos más feroces pero decidió callar a todo el mundo con una maravilla que sólo está al alcance de sus geniales botas. En el instante en el que todos los madridistas gritaban en su foro interno ‘Tranquilidad Guti, que no se te crucen los cables porque tienes el gol hecho’ él ya había visto la jugada en su cabeza. Antes que Riazor, antes que el resto del mundo. Comprobó que Benzema había intuido sus intenciones y engañó al portero rival: Disimuló, apuntó y no tiró. Taconeó y el delantero francés culminó.
Todo esto ocurrió cuando el partido de Riazor alcanzaba los cuarenta minutos de juego y el Real Madrid ya ganaba por un gol a cero. El miedo a las meigas (que haberlas hailas pero ayer debían de andar despistadas) sólo apareció en los primeros compases de un partido que pronto dominaron los blancos. La culpa de esto la tuvo la conjunción de un cuarteto de toque en la zona de creación. La alianza entre Xabi, Kaká, Guti y Granero resultó crucial. De la cabeza de este último salió el gol que supuso el inicio del fin de una maldición que ya duraba demasiado tiempo. La defensa del Depor despejó mal un centro de cabeza de Albiol que fue a parar a la cabellera de Granero que saltó solo y picó el balón para hacer su tercer gol de esta temporada. Pirata al abordaje en Riazor. Y todo sea dicho de paso, el canterano se irguió como el señor del centro del campo en la segunda parte. Quizás favorecido por el cansancio de Xabi Alonso y por la frescura que le da su juventud y sus minutos en el banquillo. No debemos jugar a ser Nostradamus pero si Pellegrini le diese más continuidad, el centro del campo madridista sería otra cosa. Más imaginativo y creativo.
En la segunda parte, con el embrujo a medio romper, el Real Madrid se relajó. Dio la victoria por segura y, como consecuencia, regaló confianza a su contrincante. Esto es lo que aún podemos recriminar a los de Pellegrini: Su falta de hambre cuando parece que las cosas ya están hechas. Y esta es una de las cosas que marcan la diferencia con el líder dela Liga. El Depor vio que la luz al final del túnel parecía más intensa que en la primera parte y comenzó a jugar y a robar metros en el campo contrario. El resultado de este cambio de ritmo fue un penalti tonto de Ramos a Riki que no venía a cuento. La pena máxima puso a prueba a Iker que, sin mucho trabajo en los ochenta minutos anteriores, acarició el balón pero no pudo evitar el gol. Con el Depor crecido el encuentro llegó a los minutos de descuento. Arbeloa asistió desde la derecha a Benzema que remató de primeras colocando el balón en las redes de Aranzubía por segunda vez en la noche.
Pese a su doblete de goles, el francés cedió el protagonismo al genio de la noche y a la jugada que salió de su mente. Una acción que debería estar expuesta en algún museo de fútbol si es que éste existe y que dará que hablar. Como todas las obras de los grandes genios.
Guti pudo lucirse con un gol que callase a sus críticos más feroces pero decidió callar a todo el mundo con una maravilla que sólo está al alcance de sus geniales botas. En el instante en el que todos los madridistas gritaban en su foro interno ‘Tranquilidad Guti, que no se te crucen los cables porque tienes el gol hecho’ él ya había visto la jugada en su cabeza. Antes que Riazor, antes que el resto del mundo. Comprobó que Benzema había intuido sus intenciones y engañó al portero rival: Disimuló, apuntó y no tiró. Taconeó y el delantero francés culminó.
Todo esto ocurrió cuando el partido de Riazor alcanzaba los cuarenta minutos de juego y el Real Madrid ya ganaba por un gol a cero. El miedo a las meigas (que haberlas hailas pero ayer debían de andar despistadas) sólo apareció en los primeros compases de un partido que pronto dominaron los blancos. La culpa de esto la tuvo la conjunción de un cuarteto de toque en la zona de creación. La alianza entre Xabi, Kaká, Guti y Granero resultó crucial. De la cabeza de este último salió el gol que supuso el inicio del fin de una maldición que ya duraba demasiado tiempo. La defensa del Depor despejó mal un centro de cabeza de Albiol que fue a parar a la cabellera de Granero que saltó solo y picó el balón para hacer su tercer gol de esta temporada. Pirata al abordaje en Riazor. Y todo sea dicho de paso, el canterano se irguió como el señor del centro del campo en la segunda parte. Quizás favorecido por el cansancio de Xabi Alonso y por la frescura que le da su juventud y sus minutos en el banquillo. No debemos jugar a ser Nostradamus pero si Pellegrini le diese más continuidad, el centro del campo madridista sería otra cosa. Más imaginativo y creativo.
En la segunda parte, con el embrujo a medio romper, el Real Madrid se relajó. Dio la victoria por segura y, como consecuencia, regaló confianza a su contrincante. Esto es lo que aún podemos recriminar a los de Pellegrini: Su falta de hambre cuando parece que las cosas ya están hechas. Y esta es una de las cosas que marcan la diferencia con el líder de
Pese a su doblete de goles, el francés cedió el protagonismo al genio de la noche y a la jugada que salió de su mente. Una acción que debería estar expuesta en algún museo de fútbol si es que éste existe y que dará que hablar. Como todas las obras de los grandes genios.
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