Domingo por la mañana en ese garito del fútbol que descansa en permanente resaca por los incuestionables falshes futbolísticos dejados la noche anterior. Sin que sea aún hora de abrir, la imágenes catódicas que inundan este antro de frikis deportivos que somos la mayoría representan a otros dos depostistas, tenistas en su caso, que con raqueta en mano se empeñan en ir tras una pelotita amarilla y pasarla de lado a lado de la red. Y en este deporte tan vibrante (aún guardo con admiración el mensaje de un buen colega que se congratulaba con un 'pero qué grande es el tenis') hay un tipo que es dueño de los mejores golpes y virtudes tenísticas, amo y señor, casi tan parejo a Dios, del tenis mundial a día de hoy. Lleva siéndolo años y solo una chinita, llamda Nadal, se interpone de cuando en en su camino.
Lo realizado esta mañana entre las 9,41 y las 12,22 por el genio suizo ante un buen Murray estas dos semanas pero falto de agresividad y confianza hoy (unido a leves percances físicos al final de partido) resultó sencillamente perfecto: el número uno del mundo ganaba por 6-3, 6-4 y 7-6 (11) y conquistaba su 16º título de Grand Slam de las 22 finales que ha disputado en su carrera, es decir, solo ha perdido, desde que en 2003 empezara a asomarse a este tipo de finales, seis choques, uno ante Del Potro el año pasado en el US Open y cinco ante Nadal, los Roland Garros de 2006, 2007 y 2008, Wimbledom 2008 y Australia 2009. Y como muestra de los incomparables que son estos registros, el mítico Sampras se quedó en 14, Bjorg en 11 y campeones como Lendl, Agassi o Connors poseen 8 títulos, mientras que Nadal tiene 6. Números bárbaros que dan fe de la regularidad y clase de Roger Federer, un sólido campeón a sus 28 años y que no da muestras de perder su hambre por seguir ganando con suficiencia a tenistas más jóvenes que él.
Pero el partido no fué tan plácido como marca el resultado, porque si bien muchos esperaban y querían 5 sets (yo entre ellos), que se dilucidara en 3 sets ¿da cierto cariz de facilidad para el ganador? Si y no. Si porque el suizo manejo el partido en todo momento, hizo lo que quiso, siempre mandó sobre el juego y únicamente no lo cerró antes porque tenía delante un futuro número uno. Y para argumentar el no acudiré a un simil futbolístico: en una fase de clasificación europea de la selección española de fútbol, no recuerdo bien si para el Mundial de Alemania 2006 o si para la Eurocopa de Austria-Suiza de 2008 (ambas fueron tensas desde el principio por el juego irregular de la selección), el por aquel entonces seleccionador español, Luis Aragonés se medio rebotaba con un periodista por la interpelación de éste último en torno al escaso juego brillante del equipo, a lo que ese entrenador tan gracioso como peculiar (siempre guardo dos imágenes grabadas de él: a la llegada del Mundial quiseron obsequiarle con una corona de flores estilo Hawaii y soltó un 'a mi no me cabe por el culo ni una paja' o ¿fué la cola de un langostino?, no sé, que mas da, que me lio, y la otra mirando un partido en chandal con sus gafas justo en la punta de la nariz) le espetó si no le gustó el 1-3 cosechado en Dinamarca, como si el hecho de meter tres goles fuera de casa en tres zarpazos aislados dotara al juego de espectacularidad. Ya se me ha ido la olla sobre lo que quería decir con todo esto, ah si, que Federer mandó pero que Murray estuvo muy cerca de alargar el partido, aunque por tenis y sensaciones no lo mereciera.
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Hace 9 años
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