Bajo del autobús en plena Castellana, levanto la mirada para ubicarme y me deslumbran un mar de focos al fondo, que me señalan el camino para no perderme en el reino de los intocables. Voy hacia la luz levitando, sintiendo la importancia del que está dentro del meollo y no desde la barrera, mezclada con la insignificancia de ni siquiera ser el toro, sino un grano de arena posado en este novedoso ruedo.
Consigo ver a los primeros toreros. “Mira Brais!”, me dice Alberto, mientras Lolo Sáinz y José Luis Sáez, que en el día de hoy no saben de buses, bajan de un Audi último modelo que la organización de la gran corrida ofrece a sus rostros más representativos.
Absorbido ya completamente por el resplandor, me topo con el primer valiente de la noche. Un tipo que tras sacarse una foto con Susana Guasch, situada entre el tumulto de cámaras y micrófonos dispuestos para el Photo Call, decide iniciar una conversación con ella acerca de cómo estaba yendo el curro del día. No podía ser otro que el señor Rozada.
Poco después Alonso me invita a percutir un poco más en el área, a lo cual me animo. Gran decisión, pues nuestra privilegiada posición me permite ser compañero de flashes por breves instantes de algunos que llevan cortando orejas desde hace décadas, como Alberto Herreros, Augusto César Lendoiro y Josep Pedrerol.
Poco tardó el resto del público en descubrir nuestro palco, que acompañado de la inminente llegada de los máximos representantes de la Casa de los Sueños, provoca que los momentos previos a ocupar nuestros asientos sean un caos de ilusiones en el que Casillas, Cristiano y Florentino llegan a trancas y barrancas a los suyos.
Una vez dentro de la fiesta, me abrocho el cinturón y me preparo para el viaje. Un premio para las selecciones de baloncesto recogido por Garbajosa, seguido de una actuación de Estopa, sirven como primer plato. Ni una cosa ni la otra están mal, pero la hebilla me aprieta demasiado y decido moverme. Los chicos y chicas del glamour iban y volvían a sus asientos, por lo que un paseo por los entresijos de Palacio podría estar bien. Mi compañero Jairo parece verlo igual de claro, así bajo junto a él hasta el Photo Call, que media hora más tarde ya parece una ruina abandonada.
Como buitre a la espera merodeo por varias de las puertas de salida en busca de talentos. Algunos de los famosos que optan por tomarse un respiro sufren nuestro asedio, pasando a formar parte de nuestra colección de cromos. Un sorprendido Sergio Llull y un acostumbrado David Bisbal acceden a inmortalizarse con nosotros. También sea dicho, que entre personaje y personaje, tenemos la suerte de disfrutar de unos cuantos obreros cenando un bocadillo. No se llevan ovaciones, pero también forman parte del tinglado oigan!
Un continuo viaje de arriba a abajo en el que se puede apreciar el contraste entre la tranquilidad y seriedad de las afueras, y el desenfreno del centro; donde pasas de un monólogo del frutero más conocido del país (muy jaleado por por el vizcaíno y el de Graná) a unos trucos de cartas con el Aquiles de Madeira.
Se baja el telón. Pero hasta la mitad. Todavía queda un pequeño banquete en el que el populacho, para disgusto de las estrellas (deportivas y periodísticas) aprovecha para exprimirlos un poco más y sacarles hasta la monda. Cursos acelerados de fotografía, entrevistas y conversaciones entre tortilla y cerveza (que no todo va a ser caviar) ponen el perfecto colofón a la gala.
Un precioso final de jornada, en la que quizá se echó de menos algún reconocimiento de color blaugrana. Nadie es perfecto.
No tuve un Audi tampoco a la salida, pero les puedo garantizar que ni falta que hizo.
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