Acostumbramos a crear estrellas, adorar mitos, encumbrar dioses. ¿Sirve el actual debate sobre si es mejor Messi o Maradona para seguirme? A eso me refiero. A la necesidad de tener una estrella polar en el horizonte. Un Dios al que rendir honores constantemente. Un ídolo al que analizar, desde su tobillo, pasando por sus abdominales, para concluir en su aparato dental. Son los rostros de la meca del fútbol. El orgullo del deporte rey. Pero que no os engañen. En el fútbol como en la vida hay estrellas, muchas y muy bellas, pero también hay estrellados. Hoy quiero rendir mi particular tributo a uno de ellos. (He de reconocer que siempre me tiraron más las ovejas descarriadas).
Mi buen amigo, conocido cariñosamente como Gazza fue considerado uno de los mejores jugadores del momento en los 90. Comenzó dando sus primeros toques a la pelota en el Newcastle, formó parte de varios clubes ingleses, algún escocés y hasta coqueteo de pasada con la Lazio. Su desgarrador llanto vistiendo la elástica nacional inglesa, conmovió a todo terrenal con corazón en el Mundial del 90 tras ser expulsado por doble amarilla en un encuentro frente a Alemania (Federal). Para la Eurocopa el 96 se reservó un espectacular sombrero culminado en un excelente remate digno de ser guardado en la videoteca y colgado en Youtube. Estas son algunas pinceladas sobre la vida profesional de nuestro niño malo. De Paul Gascoigne.
Pero hoy no serán sus logros los que nos ocupen. No pretendo sumar una nueva estrella al Paseo de la Fama del Garito, sin más. Sino reflejar las puntas de este ex futbolista inglés que tal vez no tardando mucho ocupe su hueco en el firmamento.
Porque Gascoigne como buen inglés, optó por sucumbir a una común enfermedad entre los futbolistas británicos de su época: el alcohol. Por lo tanto, se propuso seguir la filosofía reflejada en la memorable frase que George Best nos dejó antes de morir: «En 1969 dejé las mujeres y el alcohol. Fueron los peores veinte minutos de mi vida». Si ya durante su época como futbolista echó varios pulsos al infortunio y bailó en varias ocasiones con la mala vida, cerrado este capítulo y con el bolsillo rebosante de billtes, optó por lanzarse de lleno a una espiral de adicciones y descontrol, al amparo de la mala estrella, que nunca le ha dejado de lado, ciertamente.
Inauguró el presente año pidiendo cobijo a la Asociación de Futbolistas Ingleses por no tener un techo bajo el que dormir. Ha intentado quitarse la vida sin éxito –como no podía ser de otra manera- en numerosas ocasiones, conoce de cabo a rabo los centros de desintoxicación ingleses, ha llegado a beber cuatro botellas de whiskey –imagino que escocés- al día, su último adicción conocida fue la Wii de Nintendo ya que pasaba 24 horas jugando a la simpática maquinita y hablando con dos loros de juguete, es un viejo conocido de la policía por conducir ebrio o golpear a su mujer, entre otros delitos. Su hijo de doce años ha asegurado que lo mejor que le puede pasar a él y a su padre es que este último desaparezca.
Aquí lo tenéis. Nuestra Norma Desmond particular. Una estrella que cayó muy fuerte y aún sigue levantando polvareda. Solemos volver la cabeza antes el desplome de estos mitos que un día nos despertaron la euforia más desmedida y ahora solo nos mueven compasión. Esta es la cruz del fútbol y otros deportes. Una vida sin vida después del deporte. Un crepúsculo negro y frío de nuestros dioses.
¿Tu no eras muy pequeñita en Italia'90 como para que te impactara aquello? Y no me refiero a lo canija jejeje, por cierto como dijo Jairo, como es tan enana, se mete por todos los recovecos, a mi si que encanto aquella frase jejeje.
ResponderEliminarCoincidimos en la predilección de los deportistas golfos, antes era superfan de Ullrich y ahora de nalbandian, en fin, que no tenemos remedio