Esta nota podría tener la solemnidad que exige la Carta Olímpica. Podría ser una biografía bien documentada de un héroe de adarga antigua. Podría…
Pero para mí Juan Antonio Samaranch no va de aquellas reuniones del COI con trajes de Dior, ni discusiones de política deportiva con horas de extenuante diálogo.
Me quedo con la sonrisa de Kobi haciendo peripecias… la flecha mágica que encendió el pebetero de Barcelona 92… aquel Dream Team verdadero… ese señor afable con sonrisa a flor de labios y espejuelos de cinco aros colorines.
Lo vi por última vez luchando por Madrid 2016. Pidió el último voto, porque lo sabía. Así es la vida, pero queda el artífice del recuerdo. Eso y su eterna “A la ville de Barcelona”.
Murió, como cuenta la familia, despidiéndose del deporte, a través de la victoria de Nadal. Hoy leemos reseña noble de su trayectoria. Flores caen, y no de España, si no del planeta. Gracias por entender que el mundo cambia, que los tiempos son otros…
Samaranch cruzó la meta 89 años después para por fin subirse al Olimpo con la presea dorada colgada en sus sueños. Ahora sonará el himno olímpico y doce cañonazos dirán en la madrugada ¡Adiós, Presidente!
Muy bonito!
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