Un honor el llamarse Alberto

Gracias a Contador, de pocos años hacia aquí vengo presumiendo más de nombre. Y es que para los verdaderos amantes del ciclismo resulta increíble lo que mi tocayo de Pinto nos brinda cada vez que se sube a la bicicleta. Su reciente victoria (una más) en la prestigiosísima París-Niza, pone de manifiesto que Alberto no da pedaladas en balde. Atrás quedan grandes mitos de la bicicleta que se paseaban a modo de entrenamiento durante el invierno y la primavera, racaneado esfuerzos con el único objetivo de ganar el Tour de Francia. (Sí, hablo de Indurain y de Armstrong).

Alberto no es así. Él ama este deporte, y mantiene la maravillosa teoría de que para entrenar ya tiene los alrededores de su Pinto natal, o las concentraciones en altura que a menudo realiza. Pero cuando Contador se enfunda el dorsal, no conoce de amigos ni de conservadurismo, y se toma el ciclismo como lo que es, una competición y un espectáculo, sabedor de lo necesitados que andan los aficionados de su ciclismo de ataque, más aun en los tiempos que corren.

Y es que la verdad a veces resulta lastimoso ver arrastrarse a los hermanos Schleck (a los que admiro), Armstrong, Menchov y compañía por las carreteras pensando erróneamente (a Contador me remito) que de esa manera llegarán a tope en Julio.

Cuánto más bonito sería este deporte si hubiera más Contadores, al menos, en lo que a actitud se refiere. ¡Viva el ciclismo! ¡Y viva Contador!