Las 80 mil almas salían ahogadas. El Bernabéu era un cementerio de ilusiones. En sus rostros se veía la decepción y la impotencia.
El Real Madrid volvió a decepcionar a la afición, a su espíritu, a su leyenda y a una camiseta que otrora era grande en Europa, pero ahora, por sexta vez, es la de un aprendiz… millones van, millones vienen, pero el fútbol ni se compra, ni se vende.
Cristiano Ronaldo fue lo mejor de un pálido Madrid, que aún no sabe dónde está Kaká, y ayer no contó con la finura de Gonzalo Higuaín… pero el más cuestionado, aunque no debe ser el único, es Manuel Pellegrini, quien recibió un proyecto para llegar a la final y hoy tiene cara de espanto, mezclada con fantasmas en la cabeza.
El Madrid parecía ser despiadado. Arrancó con un golazo de Cristiano Ronaldo apenas cinco minutos. Allí Higuaín destellaba, pudo ser el héroe en la jugada clave, pero la pelota pegó en el palo, así es esto.
Luego otra vez el argentino la tuvo, pero el arquero Hugo Lloris le hizo un paradón. No era la noche del killer, pero tampoco es trompo de culpa. Fue colectiva.
Kaká daba impresiones de aparecer, pero sólo fue eso, impresión, nada más. El Olympique nunca fue superior al Madrid, pero daba señales de vida. Lo dice la estadística, seis partidos, tres ganados y tres empates.
En la segunda parte pasó lo temido, un contragolpe sanguinario, cortó la yugular blanca: gol de Pjanic al 75. The End blanco.
Allí arrancó la locura por un gol que no llegó. La final soñada se perderá, como ya ha pasado antes, el 22 de mayo el Bernabéu será de otros, como antes de sus brazos.
Al final miles salían con el rostro al suelo, pero sin lágrimas, porque su llanto era con los ojos del alma. Esto ya lo ha probado antes el Madrid y siempre se ha levantado. Se han ganado nueve copas de Europa, pero también se han perdido decenas. La décima esperará.
A la calle Guti y Baúl.
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