Al igual que París valía una misa para el rey Enrique IV de Francia, llegar a la final de la Copa de Europa bien vale una bronca. Y más aún este año, que se disputará en el Santiago Bernabéu, la cancha del eterno rival. Por eso aplaudo la bronca que Guardiola echó a los jugadores del Barça en el descanso del partido de Stuttgart. Esos momentos son los que engrandecen la leyenda del mejor entrenador español de la historia Porque, aunque algunos no lo quieran reconocer así, Guardiola es español. Ya estoy harto de leer, oir y ver a ciertos gandules dudar del compromiso español de este hombre. ¡Cómo me gustaría que se convirtiera en seleccionador de España dentro de algunos años para que algunos se tragen sus palabras sobre el maestro de Santpedor! Seguro que cuando ya no estén cegados por el forofismo valorarán en su justa medida la grandeza de un catalán que ha cambiado el concepto de liderazgo en el deporte. No es casual que dos profesores de la Escuela de Estudios Universitarios del Real Madrid hayan puesto a Guadiola como ejemplo de "coaching". No tengo la menor duda de que su método de entrenamiento es el más adecuado para alcanzar todas las metas imaginables. Y las personas inteligentes lo aprecian.
Guardiola tiene agallas. No acepta el conformismo ni la relajación. No es un hombre que se ande con medias tintas. Tiene la suficiente personalidad para decir a la cara a sus jugadores lo que hacen bien y lo que hacen mal. De esta forma se ha ganado un reconocimiento incuestionable. No podía ser de otro modo. A base de ser un currante infatigable, el gran Pep ha entusiasmado a todo el planeta fútbol. Una justa recompensa para una persona que ya sobresalió durante su etapa como jugador innovando desde su posición de 4. Siempre innovando. Esa es una de las grandes virtudes de Guardiola, que se empapó a la perfección de los conceptos de Johan Cruyff para crear un nuevo concepto futbolístico. Guardiola aprobó la asignatura del "cruyffismo" con sobresaliente, tanto en la parte teórica como en la práctica. De ahí nació el "guardiolismo", que va camino de convertirse en dogma de fé para muchos barcelonistas. Por eso le apoyo abiertamente cuando toma la decisión de cantar las 40 a sus hombres si él considera que están fallando; al igual que se deshace en elogios cuando las cosas salen bien.
El primer tiempo de Stuttgart no estuvo a la altura de la categoría del Barça. Un vigente campeón de la Copa de Europa no puede permitir que un equipo como el Stuttgart, con unas carencias técnicas evidentes, le apabulle. No se puede tumbar el fútbol total aprovechando una puntual descoordinación defensiva y la indefinición en ataque. Hace ya tiempo que dejé de creer en la teoría del rodillo alemán, que ha vivido de los fallos ajenos. Se comprobó en la final de la pasada Eurocopa, donde España demostró que el fútbol de toque puede con todo y no hay instrucciones para detenerlo. Admito que Alemania siempre estará ahí, pero sus rivales tienen la última palabra antes de dejarse influir por los galones, las barras horizontales y la inteligencia artificial de los cabezas cuadradas. Por dicho motivo, los jugadores del Barça se merecían este martes la bronca más fuerte de la era Guardiola. El mensaje estaba claro: "O os ponéis las pilas y salís en el segundo tiempo a practicar el fútbol que sabéis, o nos vamos para casa haciendo un ridículo espantoso". Nadie rechistó, todos aceptaron el rapapolvo y el desenlace es conocido por todos. Se consiguió un valioso empate para encarrilar la clasificación en el Camp Nou. No me parece muy bien que un gran equipo como el Barcelona tenga que sentenciar una eliminatoria de octavos de final en el partido de vuelta, pero son las cosas del fútbol. Hay partidos que se tuercen y requieren de un esfuerzo adicional.
Ya alertó Cruyff despues de la goleada ante el Racing de Santander de que el fútbol del Barça emite señales negativas. Podría ser. Quizás se eche en falta más fluidez en la circulación de balón e instinto goleador. Aún así, el equipo es líder en la Liga y tiene encaminado el pase a los cuartos de final de la Copa de Europa. Aún así no conviene echar las campanas al vuelo y relajarse. Entramos en la fase decisiva de la temporada y no se pueden cometer errores. De todos modos, recuerdo que el año pasado tambien se cuestionó al equipo más o menos a estas alturas porque empató en el campo del Olympique de Lyon que, casualmente, un año después, tiene contra las cuerdas al Real Madrid ultra galáctico. Despues de dicho empate, el Barcelona arrasó en el Camp Nou a los franceses y después al Bayern Munich, en cuartos de final, pero ganar una Liga de Campeones no es un camino de rosas. Las goleadas son escasas y rivales como el Manchester o el Chelsea no suelen perdonar un descuido. El año pasado ya se les superó y el Barça ascendió al Olimpo en Roma despues de una exhibición ante el Manchester United de un incrédulo Cristiano Ronaldo. Y es que es muy dificil poner puertas al campo y anular el juego de un bloque como el Barça. Cuando el juego fluye en las botas de Xavi, Messi, Iniesta y compañía se puede optar por dos soluciones: rezar o dar patadas. Ninguna de las dos fórmulas parece muy fiable. No obstante, el Barça siempre tiene la última palabra. Para eso debe jugar con criterio pero tambien con coraje y hambre de triunfos. Creo que la bronca de Guardiola bien vale una Champions. Alzar la cuarta Copa de Europa en el Santiago Bernabeu sería una experiencia única, inolvidable, casi orgásmica para toda la "gent blaugrana". Luchemos por ello. Pep, you can!
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