El entrefútbol es la vida. Es la historia del hombre desde que empezó a jugar a este popular deporte. Es ver a tu equipo jugar mejor, ganar más, superar al eterno rival; es el deseo, la pasión, el ego, la ilusión. Es querer ser parte de la vida de los virtuosos futbolistas; es la necesidad de alcanzar un mundo que no nos corresponde y salir del que nos hemos construido a base de fallidas decisiones. Es la obligación de vender ejemplares por parte del editor y de publicar artículos por parte del redactor. Es el afán por contar los entresijos de la vida de los demás; es poner a los pies de los caballos a quienes no cumplen con su obligación contractual y también ensalzar a los profesionales que asumen sus responsabilidades y se convierten en estrellas de un firmamento infantil que viaja en el tiempo hasta edad senil.
El entrefútbol es el trabajo de los jugadores, el de sus patronos, el de sus representantes, sus entrenadores, sus mujeres, sus hijos, sus amantes. Es la vida de los demás que facilita la del periodista y hace que ésta mejore, crezca, gane en calidad. Es la ventana por la que el plumilla se asoma a su público, entregado a su autocomplacencia; es el vehículo con el que se alcanza el prestigio, el reconocimiento, la felicidad, la educación de los hijos, la universidad de la prole. Es el interés por conocer los tejemanejes que acontecen alrededor de un juego precioso, fabuloso, estratégico, coral.
El entrefútbol es un juego que siempre apuesta a ganador, unos días el jugador, otros el periodista, siempre el lector, aburrido vividor de experiencias rutinarias, abusivo inquisidor de los protagonistas-deportistas. El entrefútbol son muchas mentiras porque la verdad se descubre en el campo durante el tiempo que dura el partido; es mentira porque busca maquillar, justificar, aceptar el resultado anterior y empezar a fijar el del encuentro que viene.
El entrefútbol proyecta sobre el público las infelicidades de los jóvenes balompédicos frustrados ante los éxitos de sus compañeros, maleables ante la opinión pública, los hinchas, los tifosi, que creen que pueden enjuiciar al que “cobra gracias a su abono anual” y no da el resultado esperado y vendido mucho tiempo antes en páginas y páginas de deseo, de ilusión, de ego, de pasión.
El entrefútbol hace feliz a la gente que espera que su equipo gane porque así también ella triunfa y se acerca al podio de los dioses. El entrefútbol acerca la fantasía del rico a la vida del pobre; es el escaparate perfecto para descubrir que el fútbol es sencillo si potencias tu habilidad; es la pantalla donde contemplar películas reales, cercanas, palpables, donde el esfuerzo físico, nunca intelectual, es el principal recurso para triunfar.
El entrefútbol es el aliento del fútbol que acaba tras noventa minutos y siempre deja en la oscuridad, en la pena, en la desilusión, al cariacontecido perdedor. El entrefútbol es, en fin, la vida.
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