
ados de que los partidos sólo se ganan sobre el terreno de juego. Se sentían heridos en su orgullo. Enérgicos, feroces y agitados, los hombres de Pellegrini taparon las vías de creación del Barcelona, que no encontraba la vía para superar el entramado táctico de su rival. Con Xavi e Iniesta muy presionados, Piqué y Busquets tuvieron que asumir el mando de las operaciones y la salida de balón perdió fluidez al estar excesivamente alejada de la meta rival. Además, desde los primeros minutos del encuentro quedó claro que la banda izquierda azulgrana no iba a aportar muchos quebraderos de cabeza para la defensa madridista ya que Henry no tuvo su mejor día. Los azulgrana echaron en falta a Pedro, más desequilibrante que Tití en los últimos tiempos. Planteado este escenario, el Madrid se sintió cómodo y empezó a estirar sus líneas para acercarse con peligro a la portería de Valdés.
Si la meta madridista la defiende un santo, la portería blaugrana la ampara un ángel que también hace milagros cuando la ocasión lo requiere. Los porteros de los dos grandes del fútbol español también son magos del fútbol. El Madrid imponía respeto y al Barcelona le costaba dominar la circulación de balón. Ningún madridista echaba en falta a nadie. Ni a Benzema, ni a Raúl, ni siquiera se acordó de los milagros de Casillas, que apenas tuvo que atajar en la primera parte dos remates inocentes de Iniesta y Henry. En los últimos minutos del primer acto, la maquinaria blaugrana se comenzó a engrasar y empezó a abrir el campo. Internadas por ambas bandas que apenas inquietaron al equipo merengue, pero que sirvieron para marcar terreno antes del descanso.
No iba mal encaminado el desarrollo del partido para cumplir los intereses de los azulgranas hasta que se produjo la expulsión de Busquets por cortar con la mano un contragolpe del Madrid en el minuto 63. El canterano, que ya había visto una cartu
lina amarilla en el 50, abandonó el terreno de juego ante el visible cabreo de Guardiola, que golpeó furioso el banquillo al ver como se le complicaban las cosas con media hora de partido por delante. Parecía el escenario propicio para el Real Madrid. Y así pudo llegar el empate de Cristiano Ronaldo, quien otra vez dispuso de una ocasión clamorosa con un cabezazo desde el punto de penalti que se marchó alto. Acto seguido, el portugués abandonó el rectángulo de juego, visiblemente agotado tras un duro partido en el que no dio síntomas de recaída de su lesión. Salío en su lugar Benzema, que a punto estuvo de empatar pero Puyol estuvo muy atento para interponerse en el remate del delantero francés. El partido había entrado en una fase loca en la que el madridismo comenzó a demandar decisiones urgentes y precisas. Manuel Pellegrini tenía la palabra y optó por dar entrada a Raúl en lugar de Arbeloa. Entre los movimientos continuos del 7 madridista y las acciones de Benzema, la zaga barcelonistas pasó bastantes apuros. Fue la fase loca del partido que incluyó la expulsión de Lass Diarra por una entrada innecesaria a Messi, con la que el mediocentro francés empañó su brillante
actuación en el clásico. Y, cómo no, antes de que el partido llegase a su fin, hubo tiempo para otro milagro de Casillas. El meta madridista desvió un balón del crack argentino, cuando los azulgranas se disponían a celebrar su segundo gol. En los últimos minutos, el Barcelona mantuvo el control del balón hasta el final de un encuentro que le devuelve al liderato. Por arte de magia.
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