El Entrefútbol, en dónde la practica no lleva a la perfección

sábado, 29 de mayo de 2010

Los ingenieros no están hechos para el circo


Igual que las bicicletas son para el verano, los ingenieros no están hechos para el circo. Igual que no se debe mezclar amor con trabajo, tampoco se debe aunar una pasión con la profesión. Y este fue su error. El de Manuel Pellegrini.


Un cálido día de verano, tal vez tras un paseo en bicicleta, el ingeniero chileno decidió subirse a la caravana del Real Madrid. Una troupier renovada tras un periodo convulso, comandada por Florentino Pérez. El ingeniero hacía tiempo que había abandonado las matemáticas y la física por los balones y la pizarra. Pero hasta entonces había tenido éxito mezclando el algebra con la estrategia deportiva. Una vez entró en el coliseo blanco la escuadra y el cartabón quedaron arrinconados en la entrada, relegados por el traje de rombos. Era su turno. El suyo y el de su comparsa.

Antes de comenzar la temporada ya experimentó algún que otro paseo por el trapecio. Una vez el balón echó a rodar de forma oficial, los leones esperaban hambrientos en su jaula. Las fieras chasquearon su mandíbula por primera vez tras la vergonzosa actuación en Alcorcón.

Y de nuevo, al trapecio. El chileno se movía en las alturas de un lado a otro de la carpa coincidiendo con partido en casa o fuera. En Liga o en Champions. Mientras tanto, el director observaba friamente el espectáculo desde la alturas en su vitrina acristalada, al tiempo que alentaba a sus leones para no bajar la guardia.

Por su parte, el equipo optó por adquirir como estrategia un tira y afloja con el eterno rival. Manual que se extendería hasta el final de la temporada. Esto a nivel nacional. Más allá de nuestras fronteras no tardó en llegar un nuevo tropiezo. El 10 de Marzo las puertas europeas fueron cerradas por los franceses. Los leones volvían a agitar su mandíbula rápida y peligrosamente.

Durante estos meses, las arrugas iban extendiéndose precipitadamente por el rostro del chileno. El sudor frío era una constante. Las ojeras puntuales se volvieron crónicas llegando a formar parte de su anatomía. Sus ojos cristalinos iban adquiriendo un gris glacial enfermizo. Al tiempo, que su mirada, se encontraba perdida y ausente en un mar de dudas.

Un mes más tarde, el 10 de abril, tuvo lugar el espectáculo más ansiado de la temporada. El eterno enemigo venía de visita y solo uno podía llevarse el galardón como el mejor. Y se lo llevaron ellos.

La cuerda floja estaba cada vez más tensa e inclinada hacia la nada. El fin de la función, no obstante, ya estaba escrito.

Al finalizar la temporada, el chileo recogió la escuadra y el cartabón de la entrada del coliseo a su salida. Dejando atrás el traje de rombos, las fieras y los trapecios.

Atendiendo a las matemáticas, sus números son de infarto. Al fin y al cabo, nunca dejó de ser ingeniero.

Atendiendo a las reglas no escritas del espectáculo, los ingenieros no están hechos para el circo. Por eso, ya tiene sustituto. Un auténtico profesional en temas circenses. No olvidemos que: "the show must go on"

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